La inseguridad obligó a la familia de Liz unirse a la caravana migrante




Guadalajara, Jalisco.

La situación económica y la inseguridad que enfrenta Guatemala obligó a Liz Ramírez y sus hijos abandonar su país de origen.

Antes de sumarse a la caravana, Liz decidió pedir un préstamo al banco para poner un restaurante de mariscos y así salir adelante, pero fue rebasada por la inseguridad.

Cuenta que a los 15 días de establecer el negocio las maras le exigieron una cuota que no podían costear.

“Tuvimos que cerrar, no tengo dinero y estoy a punto de perder mi casa. Uno tiene de dos; o entregas el dinero o cierras, si no cierras y no entregas la cuota pues fácilmente te ubican, investigan dónde trabajas, cuántos hijos tienes, dónde estudias, a qué hora sales, qué lugar frecuentas y luego te matan”, lamentó.

Al mes le solicitaban 5 mil quetzales, misma cantidad que tenía que pagar por el préstamo para la apertura del negocio. Los maras la obligaron a cerrar.

Ante la falta de empleo y la inseguridad, no había muchas opciones, se unieron a la caravana migrante con la intención de llegar a Houston, Texas donde un familiar les tenderá la mano para poder reinsertarse en el país vecino y poder conseguir empleo y una vida más digna.

A casi 30 días de iniciar con la travesía y de pasar por frío, hambre, cansancio su objetivo es más fuerte que nunca; llegar a la frontera y solicitar asilo político.

“Tenemos la esperanza, eso es lo que nos motiva a irnos. Queremos pedir asilo pero sólo Dios sabe”, expresó.

No es la primera vez que Liz intenta cruzar la frontera, esta es su tercera vez, pero hoy con sus hijos y la caravana acompañándola se siente más fuerte y segura.

Platica que sus hijas la respaldaron en su decisión de sumarse a la caravana. En un inicio, dice, estaban muy emocionadas pero hay días que el cansancio las vence.

“Ellas venían bien entusiasmadas pero ahora me dicen ellas, cuando nos toca caminar hasta 35 o 40 kilómetros que lo hemos hecho y ellas dicen:

-No mamá yo ya no quiero, ya me cansé.

Me duele porque son mis hijas”.

Sin importar la nacionalidad salvadoreños, hondureños y mexicanos le han tendido la mano durante este tiempo.

“Compañeros que nunca los había visto pero que vienen ahí y me dicen señora, y me dicen denle – de comer- a sus hijos y cuándo me depositan yo también convido de lo que me dan y así hemos tenido apoyo unos con otros”, comentó.

Liz a sus 41 años nunca imaginó que tendría que subir a una pipa para avanzar hacia su destino.

Agradece las muestras de apoyo que ha recibido de los mexicanos durante su paso hacia Estados Unidos y sobre los actos de discriminación que han recibido en algunas partes de su viaje recuerda que todos somos seres humanos y sin importar la nacionalidad, la raza o la religión debemos ser solidarios.

“Hay un dicho que dice que somos seres humanos. Hoy por ti mañana por mí, uno nunca sabe, porque en la vida hay altas y bajas, hoy soy yo, mañana quién sabe, pero a pesar de todo lo que nos han hecho, nosotros le pedimos a Dios que los bendiga, porque conocemos de Dios y la biblia dice que ni un vaso de agua pierde su recompensa. Y Ahora cuánto más de todo lo que nos han regalado, verdad, si estamos muy agradecidos con México”.

La familia de Liz, salió ayer de Ciudad de México desde las cinco de la mañana y llegaron a Jalisco alrededor de las 16:00 horas, no obstante, llegaron al albergue que se instaló en el Auditorio Benito Juárez a la media noche, en donde pudieron comer un poco y descansar, será hasta mañana que continúen con su camino hacia Nayarit, junto al grupo que llegará durante la tarde de este domingo.