Indígenas panameños buscan récord Guinness para reivindicar su amenazada cultura
Fotografía: Luis Acosta - AFP




Ipetí Emberá, Panamá.

Horacia Samaná, una indígena panameña de la etnia emberá, pinta lentamente una hoja en su envejecido cuerpo, mientras su hermana gemela Gloria trocea varios plátanos para hacer patacones en un fogón improvisado con leña, en una rudimentaria vivienda de madera y paja.

El olor a cocido y el humo inundan la casa, ubicada en la comunidad de Ipetí Emberá, unos 100 kilómetros al este de Ciudad de Panamá.

Plátanos, cacerolas, artesanías, un loro y un mono tití forman parte del paisaje de esta vivienda, donde sus ocho inquilinos, dos de ellos niños, duermen en el piso de madera.

El poblado, de varios cientos de habitantes, será protagonista este miércoles al buscar el récord Guinness con el patacón más grande del mundo: 100 kilos de este plato que consiste en un trozo aplanado de plátano verde frito y que es común en la cocina de varios países latinoamericanos y del Caribe.

Fotografía: Luis Acosta - AFP

Pero más allá de la anécdota, los indígenas buscan con este acto reivindicar la defensa del medioambiente, su cultura y tradiciones, que ven amenazadas por la deforestación, la contaminación y la violencia.

"Nosotros protegemos el río, el agua y los bosques, pero las personas no indígenas no entienden esto y están deforestando y contaminando nuestra única fuente de supervivencia", dice a la AFP Sara Omi, presidenta del Congreso General Emberá de Alto Bayano.

"Por defender la vida, los derechos, la tranquilidad y la paz de respirar oxígeno es que los líderes y lideresas tenemos persecución, criminalización que se está dando, no sólo en el caso de Panamá sino en América Latina", añade.

Samaná, de 65 años, apura su dibujo con tinta de jagua, una tradición emberá, que pintan sus cuerpos con diferentes dibujos de la naturaleza. Mientras, en su casa el mono tití come arroz del cuenco de uno de los niños ante el descuido de los moradores.

Sus coloridas faldas, sus bailes y sus artesanías guardan relación con un roedor nativo llamado ñeque, la lora, la guacamaya y el mono.

"Respetamos la naturaleza porque las abuelos nos enseñaron a respetarla", defiende Lisinia Martín, con parte de su cara y cuerpo pintados.

"Todo lo que es la cultura emberá está relacionada con el medioambiente. Para nosotros es la vida", indica el indígena Bonarge Pacheco.

- "La vida es muy dura" -

En Ipetí Emberá las tierras son propiedad colectiva y sus habitantes viven sobre todo de la agricultura de subsistencia. Su dieta se basa principalmente en plátano, yuca, ñame, arroz y maíz.

Solo recientemente tienen agua potable y luz, pese a que cerca hay una hidroeléctrica para cuya construcción inundaron sus tierras.

Los indígenas se sienten marginados y desplazados, y piden que el gobierno tenga en cuenta su modo de vida para realizar proyectos en sus comunidades.

Con el récord del patacón "esperamos tener más visibilidad a nivel nacional porque estamos siendo completamente olvidados", sostiene Pacheco

De los 3.4 millones de panameños, un 12.3% son indígenas, según el censo de 2010. Un 19% de la población del país es pobre, pero ese porcentaje se dispara en las comarcas indígenas a entre 93% y 70%.

"La vida es muy dura, no hay plata", dice desde su hamaca Reynedio Samaná, mientras observa cómo se cocinan los patacones.

- Las mujeres buscan independencia -

Según un informe de Naciones Unidas, la pobreza se ha reducido "de manera considerable" en las ciudades panameñas, pero no así en zonas indígenas, donde hay "más dificultades en términos de comunicaciones, servicios básicos e infraestructuras".

Las mujeres indígenas también piden protagonismo y apoyo público para realizar artesanías y otros trabajos que les permitan tener independencia económica de sus parejas.

Consideran que son triplemente discriminadas por ser mujeres, indígenas y pobres, aunque defienden que son "ricas en conocimientos tradicionales".

"Cuando nosotras no tenemos un trabajo o una generación de ingresos fija estamos dependiendo de que un hombre de la calle venga a traer el dinero", dice Omayra Casamá.

Pero, "si llegó borracho, ¿Qué vamos a encontrar? Vamos a encontrar violencia física, psicólogica y doméstica porque vamos a estar dependiendo siempre del varón", añade.