Ciudad de México, México.
Mientras cada asistente toma su lugar, revisa detalladamente su programa de mano y contempla los detalles de la sala principal del Palacio de Bellas Artes, ellos, tras bambalinas revisan cada detalle, alisan sus vestidos, verifican que ningún cabello esté fuera de lugar, ajustan sus zapatos, afinan los instrumentos.
Son 120 personas las que forman parte del
">Se apagan las luces y con ellas los nervios llegan al punto máximo. Aunque no es la primera vez que se presentan en un escenario, al contrario, 50 años de historia los han llevado a éste; al mayor lugar para la cultura en México, al Palacio de Bellas Artes.
Sonríen, se levanta el telón y comienza el espectáculo.
Mientras que la danza astral se remonta a aquellos primeros sonidos y movimientos prehispánicos, a la adoración de los elementos y la contemplación de la naturaleza, es solo el preámbulo para contar la historia de un país a través de su baile. El público sonríe y se estremece al escuchar los acordes de las marimbas, los violines, la jarana y la guitarra.
La representación de la Zandunga o Pinotepa que llevan en un viaje musical por Oaxaca, o la Bruja interpretada en aquellos trajes de blanco inmaculado, los sones jarochos de movimientos finos y llenos de delicadeza, los clásicos danzones que llevan a aquellas épocas de romance clásico, del baile en pareja, la belleza de las canciones chiapanecas, pasando brevemente por los corridos norteños para ir subiendo la intensidad, para aumentar la euforia.
Para este punto, el público que viene de todas partes de la República Mexicana ha cantado alguna de las canciones representativas de su estado, o ha aplaudido emocionada después de una exhibición de zapateado, y se ha contagiado las ganas de bailar moviendo los pies por debajo de la butaca. Los asistentes de otros países se maravillan por la cadencia de los movimientos, el deleite visual de la simetría del baile y los colores de aquellos vestidos.
Luego las luces del escenario se apagan, al fondo se observan siluetas que se van descubriendo lentamente al ritmo de las trompetas y los violines, es el mariachi que anuncia el esperado final, que con solo un par de compases ha volcado en chiflidos, gritos y aplausos a los casi mil 500 asistentes al Palacio Nacional que no han dejado ni un asiento vacío esta noche.
Suena Guadalajara… Guadalajara y nadie mejor que el Ballet de la UdeG para representar el símbolo de pertenencia nacional. Es el último estirón de la noche y los bailarines parece que están dispuestos a dejar toda la energía que les queda ahí, en cada faldeo, en cada zapateado. La emoción del público que ha omitido la serenidad y que por primera vez en toda la noche ha dejado de lado la compostura para sacar sus celulares y capturar este momento de fiesta, parece que alimenta a cada alma en el escenario.
Guadalajara, el jarabe tapatío, el Son de la Negra, por una noche el Palacio de Bellas Artes se vistió de Jalisco, el Ballet Folclórico de la UdeG lo hizo tapatío. Fue así como se despidieron del escenario, ante un público que agradeció la cátedra de destreza y belleza con una larga y tendida ovación de pie.
Con la satisfacción de haberlo dejado todo en cada sonrisa y movimiento, el telón se bajó, las luces se encendieron, y el festejo por los primeros 50 años del Ballet vio su fin, y mientras los asistentes caminaban por los pasillos hacia la salida, aún con sonrisas y tarareando las canciones de mariachi, los bailarines sonríen tras bambalinas por haber logrado el cometido, conquistar al legendario e histórico Palacio de Bellas Artes.
- La edición 36 del FICG supera la pandemia y aumenta la cifra de visitantes- 08 octubre, 2021
- Chile impone la marca de su cine en la edición 36 del FICG- 07 octubre, 2021
- La magia de trascender en el cine, con ausencia de imaginación como herramienta- 07 octubre, 2021